La luz que ves allá lejos
son los ojos de una casa
que te vigila, que espera
a que enciendas su leña,
despierta.
Sé que me esperas.
Sé que el no saber te cansa,
te amilana, te vence,
te arrancia la gana.
Sé que son muchos los años,
con sus días y sus noches,
sus campanas tañendo
unas horas que no se rompen.
Te agradezco tus veinte años
hilando y deshilando madejas,
tus veranos que se escapan
por los husillos de las aceras,
los daños...que se quedan
pegados a la cuerda de tus enaguas.
Tus aguas quietas que empiezan
a oler de deshechas, del plancton
corrupto que aprovecha el pez piedra.
Voy llegando, grande será la sorpresa,
me quedan unos pasos, con su arena
y con su hiedra, y alcanzar el cielo
con las manos, y unirlas a las tuyas
hasta lastimarlas de fuerza.
Esta vez será la última
que me distancie de tu pelo,
de tus besos y tus rejas,
aunque sea la leve distancia
que media entre un te quiero
y una promesa.
Me pesa, mucho me pesa...
Lo siento. Dame tu fe, tu entrega.
Tus entretelas.