Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Vida en el Tren - Parte VI~**

Cuando entre la ventana de aquel viejo tren, sólo quiso ver y mirar y más poder observar que estaba en en el camino correcto, pues, había tomado el equivocado y el erróneo tren. Cuando en el alma sólo se debió de entregar lo que más se debió de dar en la osadía y en la ventura de ser por él, el infortunio más incandescente, más irreal cuando sólo tomó las riendas sueltas de su propia vida en aquel tren de la vida misma, cuando sólo socavó muy dentro el saber que el destino es el frío desatino, cuando empieza y no termina aquí. Cuando se dió lo que pudo ver en la ventana, unas estrellas mágicas de la noche fría, en que viajó por el tiempo y más por el sendero de los mismos rieles del aquel tren que lo llevaba hacia el norte donde estaba y donde se hallaba Julián. Cuando en la manera de ver y de sentir el silencio cuando todo estaba yá dormido, entre los vagones del aquel viejo tren. Tan desolado y tan frustrado como su propia venganza, que yá llevaba más de siete meses en el trajín de ir y de venir. Pasó por su hacienda, pasó lo más cerca de ella, pudiendo bajarse allí, pero, no, siguió hacia el norte, hacia el norte de su objetivo, de la manera más cruel en creer que el destino lo debía de obtener entre sus propias manos. Cuando en el alma, sólo en el camino se fue por el mal e ingrato desastre. Cuando en el alma se debió de enfríar de temor y de ansiedades y de pelear algo que yá casi a su edad, no debía de ser un altercado más. Cuando en el adyacente panorama de la vida en el tren, yacía en la manera de observar el desastre autómata de ver y de creer en el dolor y en el sufrimiento a toda pena. Cuando en el alma se debió de ver el silencio entre aquel viejo vagón. Cuando en el interior de la vida, se aferró más en saber que el delirio era más que el saber que estar unido y aferrado al mal recuerdo. Y al acecho se enfrío lo bueno y la atracción del mal recuerdo, cuando en la alborada, se dió lo más hermoso, de ver el cielo en la mañana de friolero porvenir. Cuando en la mañana logró desenredar lo que vió en el cielo, desde sus ojos verdes como el lago más hermosos, que quedó como el tiempo entre su vista. Cuando en la floja soga quedó como el delirio más eficaz desde que su tesoro Mayrenis estaba herida y con un bebé entre sus regazos. Cuando el alma se edificó como un sólo fracaso en el alma solitaria, desatando una manera de creer en el cielo como una luz, destrozando la vil forma en saber que el destino fue así. Cuando en el ocaso empezó a latir fuertemente su débil corazón, y con toda razón en que desnudó su tiempo y su reflejo. Haciendo un verdoso lago entre sus pupilas, más ingratas y de la manera y de la forma más desgraciada, como el haber salido a combatir entre la forma más real de ver el cielo en tempestad y tan fría como el mismo cielo. Cuando se pierde el horizonte en la mirada, en cada situación, deseando abrir el cielo en la magia de la noche y por la ventana del viejo tren en aquel vagón del viejo oeste. Para soportar el deseo de sed de la venganza, cuando en la seria alma se desbarata el haber sido como el haber desnudado la dignidad. El abrir el cerrojo dentro del mismo cielo, cuando se dió la misma desazón en el corazón. Cuando en el alma, se abrazó la luz, y el coraje de entregar el cielo de azul en el triunfo de esa venganza. En la que el destino fue como el pasaje de ida y sin vuelta, cuando en el dolor es como el flojo ánimo, en que la bondad se vuelve dura y pesada. Cuando en el alma se vuelve irresistible e irreal, cuando es tan verdadera como la luz que me alumbra. Cuando en el ocaso, se da la magia de ver la noche fría llegar como la vez en que más se amaron Mayrenis y Julián, dejando un fruto no deseable, pero, que ella con su amor de madre triunfó cuando lo abandonó entre las caballerizas y logró recuperar gracias a Doña Tomasa, pero, el viejo, subió a un viejo tren, a un viejo vagón dejando una estela sin sabor. Cuando en el aire sólo en el viento le trajo su aroma de padre, del Don Emeterio del Bosque, cuando en el viento sólo fue como el subir en tren, dejando un suburbio en donde Julián, tal vez, se hallaba, pero, no estaba ni allí. Cuando en la alborada se dió lo que más se enfrío en su alma, como un hielo tan transparente en que se veía en destino de cada cuál. Cuando sólo faltó una manera de entregar lo que conllevó una dulce atracción, y fue electrizar lo que quiso más dejar en el suelo por donde pisaba y marcaba sus pasos fijos dejando una huella indeleble, dejando una marca trascendental. Cuando el dolor se fijó como un manera de creer y de ver el cielo en una sola tempestad. Cuando en lo imposible de creer en el sol dejando un frío tan helado como lo fue aquel invierno, cuando en el alma, sólo se dió una fuerza en dar por terminado la búsqueda de aquel mal hombre llamado Julián. Y recorrió  por los sectores, y barrios desnudando el alma por amor a su hija Mayrenis. Faltando una sola manera de ver y de creer en el cielo sin tormenta, y fue hacer valer el honor de su hija entre sus manos más perfectas para hacer valer como el viajero del tiempo y del ocaso frío. Cuando en el alma, se dió como una luz en que no se apaga ni soplando la vela a media noche en el viejo tren. 

Corría el invierno, cuando en el atrio de la hacienda, habían cosas, en que ella trataba de recordar a su padre a Don Emeterio del Bosque, pero, el ocaso y se veía de frío y de tierna atracción y por saber que el delirio era tan frío como poder ver el siniestro percance, en saber que la calma era tan real como poder saber que el destino era así, sin él.  


Continuará………………………………………………………………………………….