Se decide la patria sometida
a buscar su futuro irrenunciable,
y camina con paso inquebrantable
levantando su frente bien erguida.
Ella quiere encontrar la paz perdida
y acabar con tirano abominable,
y que brille equidad inmarcesible
con su fúlgido rayo incorruptible.
Ella tiene en su entraña la simiente
que florece la sangre derramada,
y palpita su esencia apasionada
con la fuerza de un mar efervescente.
Es su entrega tan noble y consecuente
que relumbra con fe, de honor bordada;
y de fuerza y de lustre el alma anega
nuestra estirpe del indio chorotega.
En sus sueños persiste la quimera
que vendrán los advientos de esperanza,
saturando de amor y de templanza
su batalla impasible y justiciera.
Con orgullo levanta su bandera
que flamea repleta de confianza;
demostrando su enorme gallardía
empapada de hermosa valentía.
Nada puede nublar su trayectoria
porque lleva coraza de entereza,
y conserva el valor y la nobleza
que han llevado por siempre a la victoria.
Con las grandes hazañas de su historia
se cobija prosapia de grandeza,
al compás de sus luchas aguerridas
que de glorias radiantes van vestidas.
Suena el canto de acorde libertario
anunciando el nacer del nuevo día,
entonando loable melodía
que despierta en sus hijos al templario.
Va buscando con ansias el sudario
cuya luz de justicia alumbraría,
los caminos de bellos resplandores
que conducen al triunfo sin temores.
Y se viste con diáfanos festones
al sentir que sus hijos la veneran,
y que todo suplicio lo superan
por curarle del alma sus rasgones.
Ellos lucen estoicos sus blasones
y de gran patriotismo se abanderan;
y su voz con firmeza se pronuncia
exigiendo al tirano su renuncia.
Autor: Aníbal Rodríguez.