Al nacer aquella nube
desde el inicio una consumación salvaje.
Como los brotes de
otroras mañanas cinchadas.
Es eterna mi dicha rezagada
ante el secuestro de las
cogniciones no transmitidas.
Y al beber de las sombras que huyen
ansiando se proyecten desde la luz
aquellos molinos sensible esos
mismo que auto iluminan en el cielo.
Sigo ignorando a los profetas
y a las piedras que se
incrustan en la arena sensible.
Hay gente que detesta la sed infinita
y la misma habita en el desierto de la omisión.
Ante el trueno inaudible
ritual de viento de uvas rasgándose.
Un ángel dulcemente obliga
su soplo de templo a
perdurar en la contrariedad.
No hay rezo solo flotar
silbando es la media noche en el horizonte.