Nancy González

Primer final

El brillo de unos ojos, que, opacados por las falsas ilusiones del amor, tristemente se cerraban en el mar de lágrimas que brotaba de ellos. Y es que era difícil comprender que donde ardía el fuego latente de una pasión memorable ya no habrían de quedar rescoldos de la misma.

Un día la fuente del deseo se había secado, los pajaros no salieron a cantar su himno de alegría y el beso en la frente de su amada ya no estaba al despertar.

La pudrición de sentimientos, la descarriada facultad de pensar con sensatez, la fatalidad de afrontar un destino amargo, me llevaron a saber que el amor no es más que un nudo en la garganta, que lo que ayer llamábamos un “por siempre” hoy es un adiós

Que una rosa se marchita, apenas le falte el sol.

La segunda oportunidad debí dármela yo.

Un pasado entre escombros, un pasado con fé, un pasado sin ser pasado.

Un aroma cubriendo otro aroma, una flor imitando a otra flor, una esperanza cubriendo tu herida, eso fui yo.

La segunda oportunidad debí dármela yo.

Un presente amontonado en otro presente, la tierra de un hoyo profundo, la inmediatez de una nueva esperanza, un recuerdo no hiriente.

Plenitud invalida, recuerdos obligados por un amor a medias, por una mentira muy cierta, por un futuro infeliz.