El erizómetro
Existe dentro de mi una especie de erizometro, esta diseñado con una sensibilidad tan alta, que cada vez que estas cerca, que me transmites tu cariño, que me dices que me quieres, me pone de punta los vellos de mi piel y no consigo calibrarlo.
Pongamos que contigo quisiera morder el tiempo de nuevo, quemaría tu cama, pintaría tus labios de besos, abriría las persianas de tus ojos, intentaría maquillarte todas tus cicatrices, sería artificiero de tus miedos, pirómano de tu cuerpo, candidato a tus gemidos, entonces vuelvo al instante que te encontré y me place repasar todos los detalles que nunca olvidé.
Supongamos que el último beso es el primero, que la palabra olvido no existe, que tus senos siguen como frutos colgantes madurados al sol, que por amor tu y yo perdemos los tornillos que nos quedan, que no hay prohibición alguna para levantar las barreras de tu falda, entonces se que si he de morir te ruego que me mates una y otra vez.
Imaginemos que el pasado es el presente, que lo que germinó ayer es aquello que no deseo perder hoy, es el motivo de quererte cerca, muy cerca, pienso que si algo no muere es por alguna razón, razón que me aferra a aquello que amo, a dejar el alma desnuda, a no perder la esperanza, porque si la pierdo, espero que Dios me coja el teléfono para explicarle a mi corazón, los motivos porque he de dejar de amarte.
Una flor puede nacer, crecer, envejecer y morir pero lo que no se olvida es el perfume que perdura a través de los siglos, así son los recuerdos, los tuyos los míos, cuanto nos amamos, cuanto nos dimos, cuanto sufrimos y finalmente uno se da cuenta que el desamor no existe cuando sigues amando a alguien, el corazón no atiende a razones.
No puedo recordar cada detalle de lo que sentí, pero si sentí todo aquello que vale la pena recordar, tu amor.
Hubo un tiempo que creímos estar muertos, pero estábamos mas vivos que nunca.
Ese fue mi primer amor...
Jordi Etresi
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