He amado tanto, con pasión exhausta
que el corazón necio no permite otro amor aciago,
mi cuerpo débil, por soñar no se detiene
y mi mente quebrantada ya no quiere ni aun amar.
Esa mujer, que llenó de alegría mis noches, febriles de nostalgia
ya no escucha más el latir de mi corazón ardiente,
ni el murmullo delirante de mis labios al decir su nombre
y su cuerpo ya más nada siente cuando mi mano rozarla quiere.
Hoy triste espero de la muerte su dulce compañía
que me llevará como fiel cordero a la final entrega
mientras ella, ignorante de mis ya cansados sentimientos
se retira sutil y complacida de mi amor eterno.