Una especie de tristeza
en un jazz de ayer casi me olvido.
Y es que loco me vuelvo de este sonido
que es cacería interior de pureza.
Mezcla con gloria y saxofón de guía,
un redondo pastel de música dedicatoria
en recordar baladas y blues de memoria:
no hay disco inventado hoy todavía.
Tengo ese saxofón, un amor supremo,
inigualable y cuartetos ya dibujado
que hasta Dios no lo toma como blasfemo.
Y reto que escucharlo no es pecado.
Ni Miles puede parar esta hermosura
de disco, que es profundidad de gran altura.
NACHO REY