Aprovechando la algarabía,
marcharon unos cuantos, a la mar,
y en vez de guardar la ropa,
fueron directos a nadar.
Les vi partir al mediodía,
dijo una voz popular,
¡tremenda tropa!,
¡vaya vidas!,
gritaban todos sin parar.
Pero pasaron los días,
y se acabaron por callar,
se acabó la algarabía,
y en luto quedó la ciudad.