“La palabra del sentimiento,
el sentimiento de la palabra...”
El sentimiento no es mudo
pero se expresa por signos,
por gestos o ademanes,
es parco, prefiere deslizarse por una lágrima
o temblar en una mirada.
A veces se asoma a la garganta,
pero vuelve a las profundidades,
cegado por la luz
o ensordecido por los silencios,
tiembla, se esconde
y a veces muere de inanición
antes de pedir un corazón prestado.
La palabra es una hembra pletórica,
puede ser dulce o amarga
brillante o apagada,
amante o celestina
pero siempre brilla con luz propia,
es la mujer de la mil caras,
poliédrica, misteriosa, fugaz o redundante,
con los brazos abiertos a quien quiera fecundarla.
Cuando el sentimiento y la palabra se abrazan
se produce el milagro,
de su acto de amor nacen la poesía,
el misterio y la pasión,
la música acompaña su cósmico baile
y las letras forman nebulosas de fuego
que giran preludiando el milagro.
Todos tenemos sentimientos
y todos atesoramos palabras,
pero solo unos privilegiados
consiguen hacerlos danzar en el firmamento de la vida
y hacer que nos hagan mirar al cielo
como si en verdad hubiera un cielo.