Veo unos ojos de perro encadenado
que más que mirar me gritan
como si me pidiesen la luna
para correrla.
Me agacho para mirar
mi histórica corbata y pienso:
¿qué se creerán esos ojillos locos
que me piden la luna
como si fuese un queso?
No es curioso lo que piden
lo extraño es que me pidan
locuras que también yo pedí
alguna vez esperanzado.
Ajeno a todo dar o pedir o recibir
cierro los ojos
para no ver aquellos ojos
desolados y solos
que me gritan
desde el fondo del espejo.