Retumba la penumbra en un ahondar de extrema ausencia, donde la corta distancia de aquel peñasco se desliza garacias al destino, impávidos misterios escondidos en los caminos de historias sin andar.
Detenerse mientras todo sucede en una inmovilidad de asombro, es fluir en una gota de rocío que baña a la rosa y la bebe, es aquel silencio que perdura detrás de una poesía que acaba de tocar el alma.
Amar la vida es la sorpresa inquieta que puede rozar los suspiros de un breve instante, la luz de una tersa sonrisa, un bello amanecer, el llanto de una tragedia que cae al mar.
Ojos presentes que olvidan con hastío recuerdos desteñidos por lo que fue, la mirada se pierde furtiva detrás del tiempo que se aposenta sobre el horizonte, allí, donde habitan los días que todavía están por nacer.
Nunca podré añorar más el sol que su propia mañana, ni las primorosas lunas que seducen la mirada de los lobos en las oscuras estepas furibundas, solo soy el ave que vuela en una paz llena de albedrío junto al cielo, mientras retumban los sonidos de la vida, en el más absoluto de los silencios.