Una luz irradió sus verdes ojos
esa tarde tan llena de arreboles;
destilando pasión, igual que soles
alumbraban con rayos infrarojos.
Nos juramos, poniéndonos de hinojos,
a la par de preciosos girasoles;
que mi amor y su amor serían faroles
en los días nublados y de enojos.
Mas llegaron los vientos inclementes
que azotaron la bella fantasía,
y la fuerza brutal de sus corrientes
marchitó la esperanza que nacía;
de vivir los momentos mas fulgentes
entre versos que el alma cantaría.
Autor: Aníbal Rodríguez.