A veces intenté recorrer caminos
que parecían lejanos, guardados
en un castillo de cristal,
donde el espejismo de los años
deseaba quererlo resquebrajar.
Pero llegó la noche y tras ella
un nuevo amanecer,
donde los poemas me alimentaban
y daban paso a nuevas letras.
Y cojia una pluma y un papel
y mi fantasía empezaba a florecer.