Al espejo miré con inocencia,
esperando hallar aquella tormenta
de mayo, que con melancolía cuenta
nuestros besos llenos de demencia.
El silencio ahora sentencia,
aquella fantasía que representa
a la delirante y turbulenta,
epifanía de amor y convergencia.
En tus ojos no hallaría mi nombre,
pues en tu piel se encuentra tatuado
aquel distante y frío pronombre
que nos separó. Mi ser devastado
me susurra que vuelva a ser el hombre
que bebió de tu amor envenenado.