Voy a dejarlo todo. Mis ojos sobre la mesa. Mis manos en la tableta. Mis dos pies en la escalera y mi brazo izquierdo colgando sobre el techo. Voy a apoyar mi cabeza en la librería, abandonar mi espalda en la silla.
Juntar mis piernas en el sofá y en el espejo, dejaré pintada una sonrisa, como un saludo eterno. Después dirán que fue un suicidio, fue por amor, o la lluvia del domingo, que me dejó triste y sin defensa, enfermo y sin miradas o una tos maligna de besos.
Alguien pensará que habrá pasado conmigo, alguien pensará que habrá pasado con mis restos. Me comprará una flor y seguirá en silencio al cementerio, pensando en el coronavirus, cuando muchos han muerto, acariciandose en parejas, lamiéndose los labios, en una cremación solitaria.