La noche llora y por fin tengo a quién abrazar. Acaricio su hombro y bajo por la espalda hasta chocar con su cintura.
Las gotas suenan cada vez más fuerte, pero en vez de molestar son la combinación ideal.
Cierro los ojos y me animo a recordar.
El primer día, la cantidad de veces que le dije te amo y las flores que me costaron varios billetes comprar. El bar donde nos sentamos a charlar, para calmar las ganas que nos teníamos, y no parecer desesperados por un poco de amor. Las veces que nos miramos y sonreímos, y las veces que el viento la despeinó, dejándola más linda, más desprolija y natural.
Recuerdo para no olvidar, las noches de soledad, madrugadas eternas y oscuridad. Consigo comparar, y elijo el compartir, el sentir por igual.