(A mi madre)
“Herido busco mi país”. (Rogelio Guedea)
Volvió la primavera con su cara de alarma,
más tenue y aterida que de usanza.
Se trajo entre sus luces y colores de siempre
un tapiz imprimado de sombra inescrutable
para encuadrar tu ausencia.
Quizás también llevaba entre sus manos vagas
musas y juramentos carcomidos,
fragancias y propósitos alados,
pero yo no me siento a estas alturas
ni de lejos poeta; acaso un expatriado
a quien no le conmueven ni lunas ni fervores,
incapaz de hermanarse con la brisa.
No parecen servirme los ojos fatigados,
tal vez de no encontrarte más alla del silencio.
No me sirven las manos crispadas ni siquiera
para llevarte gestos, pan o versos.
No me sirven los labios para poder decirte
un ruin hasta mañana confiado.
Ya no acierto a escucharte entre rumores
y se me van las horas indiscretas
creyendo en la esperanza de que sea
una burda mentira el mes de marzo.
Ojalá esta maldita temporada de mieses
hubiese decidido quedarse donde estaba,
preferido faltar a su cita periódica,
consentido siquiera que un sol tibio de estío
se posara perenne y efusivo
en la dócil escarcha de tus sienes.
O mejor fuese invierno y fuese todo lluvia
rítmica y taciturna, o fuese otoño apenas,
y en las hojas cadentes yo encontrase
motivos para ansiar la primavera.
PABLO CABRERA