Esa noche dormimos juntos.
Dijimos que íbamos a dormir,
que no colgaríamos la llamada y dejaríamos que se colgara sola cuando tuviese que hacerlo.
Nos acomodamos uno a la derecha y otro a la izquierda,
(como si nos estuviésemos mirando en la oscuridad y a través de la lejanía),
me dijo que no le quitara la cobija y le dije que no roncara,
me preguntó si podía abrazarme y respondí que yo ya lo estaba abrazando.
Se despidió,
me despedí.
Empecé a escuchar y memorizar atentamente la secuencia de su respiración y,
de repente,
sin más,
caí en un sueño extremadamente placentero y tranquilo del cual me desperté a las dos horas,
faltando cinco segundos para que la llamada se colgara porque dijo \"Te quiero mi Bella\" creyendo que no lo oiría,
pero sí lo hice,
y me quedé ahí,
con él,
abrazados,
compartiéndonos,
respirando.
Lo refutarán quizá, pero esa noche, dormimos juntos.