Corría el año mil novecientos cuarenta, Diego casado con una mujer paralitica, cansado de tantos insultos y reproches, salió a la calle en busca de un poco de tranquilidad para su espíritu, el pueblo pasaba hambre, las tropelías eran constantes, a él la suerte le había acompañado, de buena familia, con un nombre ilustre, los Ramirez, reconocidos y respetados, trabajaba en el palacio de justicia de Barcelona, cuando vio una mujer haciendo cola con la cartilla de racionamiento en la mano, al momento se sintió prendado de ella, entablaron conversación, se enamoró y abandonó a su familia, quería respirar, vivir, había surgido el amor, alquiló un piso, contrató una sirvienta y fruto de ese amor nacieron tres hijos, el primero le comunicaron que había nacido muerto, pero pasó a sus hermanos, nunca pudieron ver su cadáver, pero la familia no le perdonaba, sus hermanos una y otra vez le insultaban, le menospreciaban, ellos jueces en el palacio de justicia le herían con palabras constantemente, una tarde no pudiendo soportarlo más le dio una embolia, duró pocos días, a la hora de morir se abrazó al hijo mayor y le dijo ahora tu eres el hombre de la casa, cerró los ojos y falleció, fue enterrado en el cementerio de Montjuit, sus hermanos y aquella mujer a la que había abandonado lo sacaron de su nicho aduciendo que eran sus familiares más directos y aquellos dos hijos naturales a los que no pudo dar su nombre nunca supieron dónde estaba enterrado su padre se tapó las causas de su muerte, dijeron que había sido bronconeumonía, la justicia actuó, todo siguió su curso, los hermanos se personaron en casa de la mujer para llevarse las joyas y todo cuanto pudieron, al fin y al cabo los Ramirez era personas influyentes, magistrados que en aquel momento estaban por encima de la ley, los hijos de aquella mujer tuvieron que abandonar sus estudios, las escuelas Pías de Sarría eran caras, de nada valió que cada año el mayor sacara en los estudios diploma de honor, fueron a escuelas municipales, todo era diferente, los demás alumnos los insultaba, mira hijos que no tienen padre, la vida fue dura pero la venganza no estaba aún consumada contra aquella familia, con el dinero que le dejó Diego, compró un camión y lo alquiló pues ella no tenía carnet de conducir, el hombre se dedicó a hacer contrabando, ella le denunció ante la justicia, precintaron el camión, la mujer partió al extranjero para ganar un poco de comida para sus hijos, la acusaron de desobediencia grave, el caso pasó al juez, embargaron el camión, lo subastaron por valor de treinta mil pesetas, la subasta se efectuó en otra ciudad y aquel denunciado que hacia contrabando se quedó con el camión por muy poco dinero, Longinos el secretario lo comunicó en una corta misiva, la justicia se había cumplido, llegaron malos tiempos, ella se casó y sus hijos tuvieron un apellido pero nada era igual, ella nunca olvidó a aquel hombre muerto que tanto había hecho por ella y al que había amado profundamente, mientras la fortuna de los Ramirez crecía y crecía ella tuvo que separarse de aquel hombre, borracho empedernido que le daba paliza tras paliza, tuvo que vender su cuerpo para que sus hijos comieran,
El mayor a edad muy temprana tuvo que ponerse a trabajar, se habían truncado sus estudios, él soñaba con ser abogado pero no era nada, pasaron los años se casó, y ya nunca confió en una justicia que tanto y tanto le había robado de su vida. Llegaron las dificultades pero como era emprendedor las fue superando una por una, un día su madre fallecía llevándose un triste regusto a la tumba.
Hasta el último momento luchó por dejarles algo a sus hijos pero estos nunca olvidarían todo el amor que les dio. El mayor soltó una maldición, que aquellos culpables de su desgracia y la de su madre nunca pudieran descansar en paz en el otro mundo.
Esta es la historia señores de una justicia de aquellos años que bailaba entre las cuerdas de aquellos que tenían fuerza y poder.