Mi felicidad pega ladridos,
mi felicidad desata olas,
y es tan larga y abierta
con su risota de oreja a oreja;
y tan bella a la vez, como los cabellos de mi negra;
como sus rizados de espectáculos
¡que vuelan y vuelan!
¡Aleluya! ¡Aleluya!
con su boca inquieta y azul,
grita en los caminos esta felicidad;
¡esta felicidad tan mía! ¡y tan del aire!
siendo cálida cura y fragancia.
Se sueltan mariposas y caen las nieves,
y entonces ruega la amargura
porque va muriendo en la lumbre;
y así me humean puras horas,
y así todo se funde de rivera a rivera.
La luz asomó un crimen;
el crimen del desencanto negro.
No se halló ninguna lágrima.
Fue el filo de ni Dios te salva.
Christian Jovani
(Derechos reservados del autor).