¡Que doloroso es amar... y no poderlo decir! Si es doloroso saber, que va marchando la vida como una mujer querida, que jamás ha de volver. Si es doloroso ignorar, donde vamos a morir; ¡más doloroso es amar... y no poderlo decir!
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Triste es ver que la mirada, hacia el sol levanta el ciego; y el sol envuelve en su fuego y el ciego no siente nada. Ver su mirada tranquila, a la luz indiferente y saber que eternamente, la noche va en su pupila bajo el dosel de su frente.
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Pero si es triste mirar y la luz no percibir; ¡ más doloroso es amar... y no poderlo decir!
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Conocer que caminamos, bajo la fuerza del sino; recorrer nuestro camino y no saber donde vamos. Ser un triste peregrino, de la vida en los senderos, no podemos detener, por ir siempre prisioneros, del amor o del deber.
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Más si es triste caminar y no poder descansar mas que al tiempo de morir; ¡más doloroso es amar... y no poderlo decir!
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Vivir como yo soñando, con cosas que nunca vi; y seguir, seguir andando, sin saber por qué motivo ni hasta cuando. Tener fantasía y vuelo, que pongan al cielo escalas y ver, que nos faltan alas que nos remonten al cielo.
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Más si es triste no gozar, lo que podemos soñar; no hay más amargo dolor, que ver el alma morir, prisionera de un amor y no poderlo decir.
Autor: Joaquín Dicenta (hijo)