Joel M. Tapia

El huerto abandonado

No han crecido las caprichosas amapolas.

Se han secado el crisantemo y el rosal,

y de los verdes y vivos pastizales,

hoy solo queda un basto sequedal.

 

Las tupidas glorietas han quedado solas,

se ha secado el manantial de la fuente colosal.

Profundo duermen los altos transversales

y las antiguas columnas del Rosedal. 

 

¿Qué les ha ocurrido a los jardines abundantes?

¿Por qué ha marchitado y muerto la rosa?

¿Qué fue de las aves que buscaban abrigo

entre los débiles brazos de un sauce llorón?

Se ha opacado el sol, surgen sombras maleantes.

Ya no ronda las flores la sutil mariposa,

y las aves huyeron llevando consigo

sus más finos trinos hacia otra región.

 

¿Será que los dueños de aquel bello huerto

Inexpertos pecaron debido a su juventud,

creyendo que los años todo lo reparan,

desligándose ambos del trabajo y sudor?

¿Dónde huyen los años vividos? Es incierto,

pero flota en los albores nuevos aires de virtud.

Y si estos pobres versos te encontraran,

dirían que no todo ha muerto en mí, amor.