He bajado a un cementerio dentro de mí olvido, comprendí algún niño en los maizales, ciego el amor sangre sobrevivido contra estes amaneceres de las noches en pedazos. Lo que escriben de mi son recuerdos de algún fantasma al testimonio de sueños… la pared más oscura del pasado empujaba el corazón casi rosadito, septiembre por el rectángulo de los ataúdes. Nos comimos en desiertos lunares con la estancia de una rota madrugada de espejos viejos. Hace tiempo te advertí de las pirámides en mi inútil ortografía, te quiero así casco de ilusión, fría de indiferencia, no más que una espiga de llanto u algún reloj pulsera… a toda confesión en pupilas colmenas sé que es horrible preludio de amapolas interroga esta canción que sigue la mariposa de una despedida. Tantas heridas me enseñaron cualquier puerto de la pesadumbre… vámonos… es demasiado tarde! Llegaron dos extraños prisioneros en el tablero… horas por venas encendiendo adioses. Yo las veo húmedas de lágrimas, consagradas a cruces que han florecido en la lluvia. He sido mágico entre los tronos hace siglos, llevaba una espada en las manos mirando luceros… en sueños como astros de ópalos me rompo al recordarte. Perdóname, hubiera sido pequeño sin nombre cerca de ti… duerme al misterio de laberintos, mi amiga azul! Yo guardaré tus secretos al despedirme en la arena que hoy te miro.
Guidemerson C. do Prado
Créditos en la imagen: Katia Varvaki - Woman on tree