Murialdo Chicaiza

VERSOS PARA DESPEDIRSE

I

Todos tenemos una madre que anidamos en el corazón

Una figura que lavaba ropa y traía sopa al alma

Mientras el tiempo pulía sobre los campos un signo de misterio.

Un puñal hecho de ratos, un hacha invisible.

II

Todos hemos sido heridos por el amor de alguna forma

Heridas de muerte y de vida, lágrimas ácidas y dulces

El amor penetraba por los ojos y cantaba una tonada de misterio

Su nombre conjugaba con el dolor, un dolor lleno de flores.

III

Todos alguna vez lloramos un amor de una muchacha desconocida

Que nos miraba de soslayo mientras íbamos al colegio

Y ahora la imaginamos cubierta por el misterioso polvo de los años

Que teje y teje, cuenta y cuenta minutos de pavorosos segundos.

IV

A todos nos golpean los latidos del tiempo, somos inocentes

Con una inocencia de niños que no queremos merecerla

Todos deberíamos reconocernos en todos los ojos, en los misterios

Que nos abarcan y a los que no queremos enfrentarnos.

V

Todos llevamos la muerte sobre la piel desnuda y adentro

Y a pesar de esto la detestamos como a la amante que nos olvida

Y ella, a nuestro pesar, vuelve a nosotros en su misteriosa necedad

Y nos embriaga con ese grandioso espejismo que llamamos vida.

VI

Todos hemos sentido, alguna vez, el reino del silencio

Y nos ha sorprendido la injusta ruina de este mundo

Estamos abandonados, arrojados en este mundo de misterio

Desnudos y sin ninguna esperanza, sino por el amor que nos salva.

VII

Todos seremos olvidados en un armario del tiempo

Ninguno de nosotros merece el triste licor de la eternidad

Que ha embriagado a los ilusos inventores de mitos y misterios

Cuando nos llegue la noche, descansaremos con las últimas vibraciones.