Alonso Moraga

XXXVI

 

¿Quién ha roto tu sonrisa celestial
que hoy en tus labios, como cristal,
se rompe, y de tu ausente mirada
deja el agrio reflejo de soledad y nada?

Dime tu dolor y angustia, dime tu pena,
que, elevando las preces de mi raudal cariño,
haré brotar de tus labios la palabra buena
que encenderá tu corazón niño.

¡Ya no brotarán las lágrimas dolorosas
de tus ojos luminosos y suaves;
yo te entregaré con amor las rosas
de mi jardín bendito, libres como las aves!

El manto matinal cubrirá tu frente,
tendrán tus labios la verdad bendita
que llenará tu alma de locura infinita
para encender en tu pecho la pasión potente.

En tus labios la sonrisa volverá a brotar,
sentirás que con tu mano sensible
podrás las blancas y tersas nubes tocar,
y reposarás en mí tu espíritu apacible.

Y si el llanto acude, ¡oh niña!, a nublar
tu corazón, busca mi recuerdo de amor
en tu alma escondido, allí lo has de hallar;
entonces volveré a tus brazos y no tendrás dolor...