Se cruzaron en un café justo
antes de perderse en el encierro.
Él le habló de su pasado, y ella lo miró
atenta a los ojos muy presente, como se mira lo invisible, como si siempre hubiera estado anhelando ese momento.
Se dijeron todo a los ojos en una mirada de esas en las que el bullicio de la conversación ya no dice nada.
Todo era imprudente e imposible, no podían permitir que algo pasara, pero cuando el destino dijo es imposible, no sabía lo que hablaba.
Así es la vida, encuentros que ocurren por un instante como ocurre un accidente o un implacable rayo con su trueno.
Y aunque queramos huir del azar para salvarnos, simplemente no podemos.
Quedamos merced de lo ocurrido, nos borra todo, y no somos ya los que somos; es decir, lo que éramos. Nos cambia para siempre el argumento.
A ellos dos les ocurrió así. Se miraron un minuto y al reconocerse en lo que parecía un desatino, se enredaron para siempre en su destino.
Carlos A. Montaño (encuentros y palabras)