I.
Hay un paisaje de la monotonía
donde un reloj canta las horas
con secular nostalgia.
Y yo vuelvo a la página anterior
de un libro que nunca acabaré.
II.
Hay habitaciones que jamás deben abrirse,
que mantienen en vilo un secreto.
En ellas el silencio es pared y bóveda,
tiempo detenido y labio roto.
Cierro el libro.
Los poemas han ido mudando la piel
en cada nueva metamorfosis.
III.
Miro a mi perro que yace a mis pies.
De sus ojos manan vítreas espumas.
Conversamos sin prisa, sus palabras
son lentas, ladra con dificultad algunos adjetivos.
Le recito en voz baja un poema con aroma
a caricia y se queda dormido.
Cada ronquido lo aleja, y el entiende la ausencia
como una noche de colores neutros.
IV.
Esta noche tiene sed de nieblas,
y entre sus sílabas va despertando el otoño
con esa luz que engaña.
V.
Por si pudiera acallar esta ausencia,
he vuelto a pensar en ti, tibiamente,
con el sosegado deseo de estos años desnudos.
Ha creído sentir la caricia de tu sangre
como una puesta de sol
que entra por un balcón para quedarse adentro,
pero no quiso el azar hacer propósito de enmienda.
VI.
De las cenizas de la noche,
la épica celeste de pájaros suicidas.
Pájaros de niebla (2020)