No culpes a tus ojos del embeleso,
sí, por tus visores te persuadiste
de la presencia del amante perfecto,
más no ellos forjaron el hado
que el desdén propuso irresoluto,
anhelantes añoran reiterar el acto
que alguna vez propició un ‘sueño’,
mas del embeleso no los culpes,
que tus ojos son inocentes del asedio,
apostó el corazón toda su fortuna
y en el encuentro perdió la jugada,
obtuviste el premio de consolación
que consiste en recuerdos vagos,
de ti depende si los resguardas
para hacer con ellos nuevos sueños.