Junto al molino
estaban unas vacas
en la campiña.
Los verdes prados,
las casas de la aldea,
para soñar.
Y los campanos,
tan dulces de las vacas,
siempre sonando.
Las margaritas
asoman y saludan
a nuestro paso.
Son como versos
que surgen de la tierra
con alegría.
Pequeñas flores
tan llenas de la vida,
¡sois admirables!
Un buen paseo,
con campos y montañas,
de espectadores.
Y mientras tanto,
sin prisas caminamos
y disfrutamos.
Yo te contaba
de aquello que veíamos
y así soñamos.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/03/20