I
El horizonte esparce en su lecho
soledad y pesar
sus ventanas se han sellado
y pintado sobre sus sienes
el silencio y la deshonra
desflorando amaneceres
dicha y gloria.
II
¡Por tí, ahora, nadie llora!
y nadie siente las campanas de la aurora,
hay gritos de dolor en la despensa,
nostalgias susurradas al viento
y frente al mundo su despecho,
se desliza por los años
que se empeñan,
en pixelar su conciencia.
III
Y por sus suelos rocosos
el luto invade al verbo y la sintáxis,
nada mas necio, que la gala de un discurso,
nada mas necio, que la coma y el punto,
el acénto y su drama, derramado sobre encaje
y lentejuelas, y nada mas vil, que la tecla
que ha desviado su letra.
IV
¡Maligna indecencia!,
las que adornan libros y bibliotecas,
porque de oro y plata son las rejas
que guarecen la trama
que se devora portadas,
títulos y cubiertas,
¡Escalofriante, la agudeza del tintero!
!Ingeniosa, la alevosía del celo!
cuando hay altares encendidos,
y dormidos quedan,
valles, lirios y azucenas
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