Vagamente unidas
como un resplandor uniforme
caminan despacio las ostras del mediodía
entretejidas vientos furiosos néctares consentidos
milicias asesinas, ese espacio concomitante donde
un perfume duerme su osadía de vegetal administrado.
Tercamente unidas
como fósiles desaparecidos en una prehistórica cabaña
esas cenizas voluptuosas que acarician un seno desnudo
y el placebo de las ridículas golondrinas.
Rectifican las rigurosas mediciones de antiguas valentías
queman en la lengua, las letras de un alfabeto dorado.
Me quemo yo también, entre pistas de asfalto venidero.
Como pieza inmóvil de un ensamble de afluentes,
los meandros permanecen bailando sobre el desfiladero.
Vagamente unidas
como caracoles anunciados las huestes del rey
planean sobre miserables tentaderos de asco, súbitamente
la lengua, retorna a su mineral profundo.
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