Cuando se fue esa tarde
sentí que me moría;
y vi nublarse el cielo
al ver que me faltaba, la luz de su pupila.
Pensé que en mi memoria
lo mismo que un retrato mis ojos la verían,
brillando con las luces
que traen del recuerdo, amarga sinfonía;
cargando la nostalgia
por horas tan felices, que fueron compartidas.
Mas pasaron los días de pesares,
y sombras del recuerdo,
muy paulatinamente,
así como la espuma, se fueron diluyendo;
y aquel rayo encendido
con chispas que brotaban del anhelo,
mire que se apagaba
lo mismo que farol de cementerio,
dejando que los sueños renacieran
con un idilio nuevo.
Autor: Anibal Rodríguez.