A través de rejas que mantienen
cautivas las memorias, lo veo,
en los rincones de sus arrugas
-jeroglíficos de innumerables
batallas contra sí mismo-.
Cubre sus hombros con una ruana,
para engañar al clima y a los deseos de
haber estado en otro lugar.
Con él nunca se habló de pecados,
tal vez en otros tiempos, pero no
en los míos, porque su piel
ya no tenía tacto.
Solo puedo verlo a través de las
rejas, porque si abro los ojos,
su imagen se desvanece.