Llama de fuego es el deseo que nos mueve,
latido incesante de dos corazones peregrinos.
Hacia allí voy, hacia aquí vienes, amada mía.
Tus cabellos son como campos de trigo maduro
que se alzan sobre la bóveda celeste de tus ojos,
y yo, a la distancia, admirado de tu ser vehemente
quisiera al fin llegar a ti, peregrina mía.
¡Tierra alegre y libre! Ay, tierra prohibida!
Sé que me esperaste, sé que aún me esperas.
Arriesgarse y cruzar el río prejuicioso,
torrente impetuosa y frustrante,
dar el salto y cruzar del otro lado;
tu amor es mi recompensa.
¡Tierra alegre y libre! Ay, tierra prohibida!
Sé que me esperaste, sé que te atreves a venir.
Cuando llegue, probaré tus labios como a dulces frutos.
Me embriagaré de ti, de tu amor puro
y tu te extasiarás de mi amor sereno,
y conocerás desde que lugar remoto vengo,
cuantas tormentas y abismos he cruzado;
sabrás cuanto tiempo te he amado.
Del otro lado llegarás tú, peleando la misma batalla
y sobre el río escrupuloso levantaremos un puente,
y allí fusionaremos nuestras almas.
Seremos libres, tú en mí y yo en ti.