Tayasal

(Des)esperanza

Hoy no quería despertar.

Acogido en el abrazo de mis frazadas,

sentía en el ambiente algo espeso, algo pesado,

una presión como de un fondo sin mar;

y no era la alfombra de matices grises que boicoteaban afuera al sol,

                                              era algo que surgía en mi habitación,           

un susurro incesante sin voz,

un puñal de arañas en los tobillos,

un enjambre de uñas rotas que me rascaban la frente,

un aplauso sarcástico,

unas algas ansiosas que trepaban hacia mi cama,

sujetando con fuerza mis extremidades

y atrapando mi aliento en una zozobra.

 

En el cielo de esa pocilga que llamo a veces mi cuarto,

El yeso de las paredes se comenzó a deshacer,

a hacerse pedacitos, carcomiéndose,

corroyéndose

como pan seco bajo la bota histérica de un soldado.

En todo esto aparecían esas malditas cucarachas,

Compañeras de piso indeseables y despreciadas

Que aprovechando mi parálisis patético

Salían de sus guaridas insípidas,

Cantando melodías eróticas y estúpidas

Mientras bailaban en círculos, elipses y cuadrados

Celebrando a la oscuridad que se asomaba por doquier.

 

Mientras el pánico se comía mis iris,

Secando mis ojos con furor

Como una fruta en una freidora sin control,

Se abría un agujero de sombras en el techo

Una ventana a un espacio alterno

Donde resonaba un latido muerto.

Allí apareció una cara de arcilla mojada,

De pelos y pellejos negros,

Con ojos de buey sufrido y nariz de perro seco

Con orejas de niña y boca de culo viejo,

Que con cada palabra, inaudita en este mundo,

Gorgoteaba guano y chupaba mi vitalidad.

Chillaba como un bebe haciendo berrinche

mientras sonreía con su roseta sin dientes

literalmente cagándose de la risa

de la babosa vencida en la que me había convertido yo,

enterrada lentamente en un reloj de arena

comiendo rendida la vergüenza salada

de las dunas que componen mi memoria.

 

Y fue allí,

En el desesperar frente a la penumbra

Que convocaba el devenir de su reino absoluto y eterno…

Que tu recuerdo vino a mí

Y una brisa serena me sujetó la nariz

Llenando mi pecho con el color de tu risa

Regalándome un aliento de fuerza inconformista

Para abrir de una tajada la persiana

Y dejar entrar finalmente la luz.

Un ave se había posado en la planta seca

Frente a mi ventana.