El final de la cosecha se acercaba, el viaje casi en la puerta. ¿A dónde iremos esta vez? -Nos preguntábamos a diario-. Sabíamos que era la playa al lugar donde siempre nos dirigíamos, pero la pregunta era insistente, porque no era la misma playa. Mi padre buscaba lugares diferentes, de esa manera nos alentaba a recorrer los lugares llenos de naturaleza y color que nuestros ojos jamás habían visto. Yo, los parajes adoraba y en mi se gestaba la aventura y amor por esta tierra. Viajes al Atlántico y también al Pacífico, solamente cambiaba el color de la arena. Unas veces blanca y otra obscura, que se combinaban y jugaban con la espuma. La familia entera retozaba y disfrutaba no sólo del sol sino de la unión y ver tantos chicos en algarabía irrumpir las olas. Ah! Recuerdos tan hermosos -al agua todos y hasta el recato de las abuelas desaparecía-. Al final del día, las espaldas coloradas y ardidas porque al astro rey saludábamos sin descanso, permitiéndole pintar y calentar nuestros cuerpos para guardar sus ardientes rayos hasta el siguiente año. En mi memoria estarán presentes esos días felices, llenos de matices pincelados por la naturaleza y las risas de mi adorada gente. DÍAS DE PLAYA ALEGRIA FAMILIAR PREMIAN FAENAS