Ficción de un individuo (algún M. Teste al revés) que aboliría en sí mismo las barreras, las clases, las exclusiones, no por sincretismo sino por simple desembarazo de ese viejo espectro: la contradicción lógica; quién mezclaría todos los lenguajes aunque fuesen considerados incompatibles; quién soportaría, mudo, todas las acusaciones de ilógica, de infidelidad; quién permanecería impasible delante de la ironía socrática (obligar al otro al supremo oprobio: contradecirse) y el terror legal (¡cuántas pruebas penales fundadas en una psicología de la unidad!). Este hombre sería la abyección de nuestra sociedad: los tribunales, la escuela, el manicomio, la conversación harían de él un extranjero: ¿Quién sería capaz de soportar la contradicción sin vergüenza? Sin embargo este contra-héroe existe: es el lector del texto en el momento en que toma su placer. En ese momento el viejo mito bíblico cambia de sentido, la confusión de lenguas deja de ser un castigo, el sujeto accede al goce por la cohabitación de los lenguajes que trabajan lado a lado: el texto de placer, es una Babel feliz.
Roland Barthes
Cuantas veces he estado tentado a expresar, si es que no lo he hecho más de una vez sobre \"lo desatinado de muchos de los comentarios\"; sin embargo, el lector es una especie de ser supremo, él lee y entiende lo que esté a su alcance, no tiene otra opción. También, el escritor aporta muy poco, salvo excepciones. Barthes aclara el primer concepto de forma brillante en su disertación \"El Placer del texto\".
Yo pretenderé, en pocas palabras, dar inicio a una discusión sobre las contribuciones del autor; la \"originalidad\" no es un requisito absolutamente indispensable, pero por Dios que influye; lo que no puede de ningún modo es ser \"aburrido\"; hay textos densos, para ésos el lector puede estar fuera de lugar. El escritor, generalmente, pareciera no ocuparse de si será comprendido; los hay quienes enredan la madeja a propósito.
Quizás, el escritor debería estar plenamente consciente del desarrollo de sus publicaciones; así, podrían ser menos y mejores. Juan Rulfo, es un ejemplo.
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