Yo acojo el vacío
como una fría estatua.
Entre mis brazos, paseo
la dicha, de no decir nada.
En silencio, muero, y vivo
porque no tengo que decir
nada, en mi enredadera inútil
de palabras. Soy yo la estatua,
miradme, ojos vacíos, y un rayo
de sangre, por cada arteria davidiana.
(Espuma y embalaje costoso,
mi cuerpo me parece, y mi alma,
si la tengo, silencio y mucho menos
que silencio.)
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