Como filosa daga,
al silencio de la noche le hirió un llanto,
fue una triste nota larga y vaga
del que otrora fuera un bello canto.
Esa triste sinfonía
fue la compañía de la fría madrugada
los minutos se tornaron siglos
para los que de Selene le hicierón su amada.
Por fin llegó el nuevo día
trás la montaña, allá en lontananza
asomaron los primeros rayos del sol
para develar que la tristeza y el dolor habían hecho alianza.
Sobre el musgo húmedo y frío,
aquella ave que un día entonó hermosa romanza
tirado, casi inerte,
mostraba clavada en el pecho una lanza.
Lo que una primavera
fué ostentoso plumaje
hoy la mancha roja de la sangre
ultrajaba como indignante tatuaje.
“Otro día no, otro día no podré soportar
éste dolor que me mata”.
En la débil pupila se reflejó la lejana cima del monte
allá encontraría la ilusión desiderata.
La vida se le escapaba
más aun así se levantó
le pidió ayuda a la luna, le pidió ayuda al sol,
le pidió ayuda al viento y el vuelo emprendió.
“Iré ante él y lo confrontaré, pues no se mueve la hoja del árbol si no es por su poder”.
Mil tormentas con su anatomía se ensañaron
en ese periplo cruento y doloroso,
haciendo más grande la pena que en el alma le causaron.
Con el último aliento de vida
ante el todopoderoso se postró
con la mirada inundada por el llanto
mostrando el pecho clavado al dueño de la vida suplicó.
¡ Quítame la existencia ya no aguanto éste dolor !
Que me carcome el alma noche y día eso que llaman amor.
O arráncame éste acero que tiene grabado su nombre por favor
que me mata día tras día, me ilusiona y me entristece y me llena de aflicción.
Mira mi pecho sangrante apiádate mi Señor
dáme la alegría de sus ojos y su voz
o borra su recuerdo de mi mente y mi interior
y corta ya el deseo de ir a ella con el olvido de tu hoz.
¿Porque callas, porque enmudeces ante mi clamor ?
Si de muy lejos he venido buscando tu favor,
sólo me miras. ¿ Acaso no soy digno de tu compasión ?
Dime entonces, porque con tu silencio mi pena es aún mayor.
Se oscurecieron los cielos
y una negrura cubrió la conciencia
las horas Morfeo las convirtió en siglos
no importando del desdichado su urgencia.
Ha nacido un nuevo día ya lo indica la música del bosque
una hermosa pero triste melodía destaca por su varonil matiz
es un ave de colorido plumaje y elegante presencia
y cual guerrero del amor en el pecho ostenta como escudo una cicatriz.
Gastón Medina Vázquez