Paseo y veo, y
luego, me da igual
lo que veo: tristes
o ausentes, viejos, jóvenes espabilados
que les roban el dinero;
luego, leo y olvido
lo que veo. Al instante,
y dentro de mi sueño, aparecen
otros personajes, a los que desgraciadamente,
no estimo. Pues si los estimara
seguramente podría rodearlos con mis
brazos, como a la cintura de un árbol.
Y a mí los ataría con seguridad,
como, a la piedra, el río bravucón de antaño.
Pero yo tengo piedad, y los observo
retirarse, con ese deje de andaluces
en sus hablas y en sus voces.
Son y fueron sólo niebla, y yo
dentro del sueño, he despertado-.
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