En aquel puerto
cogimos manzanilla
para secar.
Así, más tarde,
después de las comidas
la tomaremos.
De esta manera
con ella, soñaremos,
de esos instantes.
Los verdes prados,
los serios invernales
y las cabañas.
Algunas vacas,
caballos y hasta ovejas,
allí pastaban.
Cuadro de paz,
plagado de ternura
para un pincel.
Pero tus dedos,
se juntan con los míos
en un poema.
Así se funden,
los versos y las almas
en comunión.
Bellos recuerdos
del día en que arrancamos
la manzanilla.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/03/20