Los que vieron partir aquel velero,
esa noche de otoño, y luna llena,
no supieron que aquel aventurero
en el alma llevaba enorme pena.
Quienes vieron su faz de marinero,
con sonrisa tranquila y muy serena;
no sabían, que allá en el astillero,
se quedaba su pérfida morena.
El soltó las amarras de su barca
para darle a su vida nuevo sino;
y olvidar de la ingrata sus traiciones.
En su mar el sería gran monarca
desafiando con fuerza su destino;
sin temor a las olas ni aluviones.
Autor: Aníbal Rodriguez.