Cargado traigo el corazón
de tus pobres migajas,
los desiertos que me diste
sin oasis, sin agua…
Las espinas de una rosa,
más gentiles que tus besos,
y las ebrias madrugadas
que me brindan su consuelo.
Ya no pido que me quieras,
solo rompe este misterio,
que desarmes la mentira,
que la arrojes hasta el suelo.
Aunque lenta la agonía,
aunque roto el corazón,
aunque baje hasta el infierno
dime adiós, dímelo…