La noche nos cubría con un manto de estrellas, la obscuridad dejaba libre el lúbrico ente que existe en mí. Te susurraba al oído palabras compuestas de amor y lascividad a la vez que te acariciaba con mi boca, buscando reclinar tu cabeza hacia atrás para que quedara al descubierto tu hermoso cuello y poder besarlo con suavidad, dulzura y el deseo contendió por tu piel. Sentía como tu pulso se aceleraba, como tu respiración se volvía profunda y tu corazón latía con fuerza con cada beso húmedo que te recorría. Mis manos navegantes de tu cuerpo, tu cuerpo abandonado a mis caricias y tus ronroneos al decir palabras que poco entendía.
Mi cuerpo buscaba tu calor, mi yo lascivo sentía deseo por ti; recorriendo tu figura mientras te besaba comenzaba a sentir tu piel tersa y tibia, tu sensualidad y voluptuosidad saturaban mi tacto de forma exquisita. Tus brazos me rodeaban y tus manos recorrían mi cuello bajando a la espalda, los míos hacían lo propio asegurándome de pegar tu cuerpo lo más posible al mío para ir descubriendo cada lugar de tu excelsa figura: tu espalda, tu cadera y cintura, tus piernas, fue toda una travesía. Buscaba transmitir el deseo que por ti tenia, transmitir de forma sublime pero firme lo que por ti sentía.
Después de besar tu cuello comencé a besar tus hombros, tus brazos y mi lengua recorría tu piel como si fuese un manjar, un fruto que besaba de forma suave, húmeda y que mordía cuidadosamente esas partes de tu erótico cuerpo. Me perdí en tu cuello de nuevo, besaba tu escote y comencé a bajar hacia tus pechos, estaban erguidos, tensos, deseosos de caricias y besos, los saboreaba con mi boca, los humedecía con la lengua, sentía cada milímetro de su forma, desde la base hasta su parte más extrema, aquella que la piel se torna menos suave pero no por ello menos sensible y apetitosa.
Toda tu esencia de mujer estaba en mi boca, tu calor y sabor eran excitantes. La esencia que emanaba de tu piel, inundaba la noche, saturaba mis sentidos ofuscando el razonamiento dejándome llevar por solo instintos. Sutil, pero con un toque salvaje tendiéndote en la cama sentías mis manos recorrerte por la espalda, tus glúteos, recorrer la forma de tus piernas y lentamente desabrochar tu ropa para con un suave movimiento de pelvis tuyo quitar de en medio lo que nos estorbaba y dejar al descubierto la sensualidad de tu piel y la magia de tus prendas.
Al despojarnos de la ropa abalanzado y decidió a recorrer tus piernas con mis labios y mi lengua, subí por ellas poco a poco hasta llegar a la parte interna de tus muslos donde la piel se hace más sensible al tacto y a las caricias lascivas son el punto exacto. Por instinto tus muslos abrieron mi paso, comenzaron a separarse, para seguir sintiéndome mucho más cerca de ti y dar pie a mis caricias y humedad proveniente de la boca, como un animal que saliva en exceso al saber que esta pronto a saborear un manjar excelso. Estiraste los brazos por encima de mi cabeza entregándote a la sensación y placer de alimentarme con tu almíbar lascivo, levantando tu pelvis con el deseo de dejarme recorrer cada forma cóncava y convexa de ti, arqueando tu cuerpo por unos instantes no dudaste en rendiste a mis caricias firmes, fuertes pero metódicas.
Te sentí plenamente, sin brusquedades, con dulzura, pero lleno de pasión, nuestros cuerpos se agitaron sintiéndose juntos, hechos el uno para el otro. Rodeaste mi cintura con tus piernas mientras nos fundíamos en un beso lleno de pasión, dejando que la naturaleza de nuestros instintos llevara el ritmo cadencioso y mágico que nos mantenía unidos al mismo son. Después llego ese momento de explotar al amar, un momento lleno de calor, pasión y sobretodo amor.
Nuestros cuerpos tendidos relajados y la tención substituida por la calma interior, esa sensación de felicidad invadía nuestros cuerpos, en un abrazo nos volvimos a besar para recitar al oído un \"te amo, mi cielo\", escuchando lo más placentero de este encuentro que era un \"yo también te amo\", abrazados y tendidos durante largo tiempo disfrutando de esa sensación de felicidad efímera que otorga el tiempo a los que tanto se aman y no desean saber nada más que vivir el momento, de llenarse de felicidad.