Cae la lluvia mansa,
es agua con nombres de soledad
y es presagio de melancolías.
Hay frascos azules donde guardar el cielo
mientras caen océanos repartidos en gotas.
Cielo turbio y hojas disipando climas.
Los dientes de las rosas tienen los colores del trigo
y sus parpados peinan espumas de rojo sangre.
Algo canta en la espesura del bosque
y en algún lugar un perro sacude aguas.
Silencio en las habitaciones,
sigilo de las tardes que pasan como buques callados.
Cortan sus proas el silencio de los ausentes
y las espinas se clavan en el alma
con facturas para olvidar.
Hay algún carbón de mala minería
en la dirección de esta tripulación.
La sombra de la soledad ampara la longitud
del desespero y moribundo vuelve las intenciones.
Y el viento arrastra follajes y llamas negligentes,
y trae novias y novios confundidos,
y banderas que tiemblan sin viento
y cartas anónimas que se leen con el alma.
Cae el agua deslizada en gotas
y su sonido en las tejas de la existencia
hace un ruido de cementerios sonoros.
Demasiados zapatos olvidados
que se mojaron por una necedad insultante.