Un garfio atraviesa mi garganta,
lo siento... ¡Cómo lo siento!
Célula a célula, átomo a átomo ¡desgarrándome! como el arriero deja su marca en la tierra,
empeñoso y laborioso, pero necesario.
Cada instante aquel ensordecedor y tortuoso silencio lo empuja,
dibujando altibajos claroscuros, amargos y dulces; y,
con cada bulla entra más,
marca más y
más.
Las lacras serán eternas pero sé que sufriré aún más
el día que se
detenga
y mi deseo de que vuelva imperará en mi cabeza, como una necedad
¡Porque lo es!
¿Por qué lo es?
Las lágrimas brotarán y con el tiempo decidirán si ser miel o hiel
mientras continúa
continúa
con este pobre ser que no sabría si caminar o volar, que se rompe la
cabeza por aprender a susurrar.