Me fui al mar imaginario,
azulado y tibio…
de suave marejada,
sin rabietas de mareas altas enloquecidas,
ni olas violentas …irascibles,
me vine a la playa desolada,
a la playa de sílices dorados con las que tanto soñaba,
me vine con la ilusión de encontrarle aquí…
disfrutando del sol fogoso que bronceara sus antojos
y acariciara los buenos recuerdos de mi infancia.
Quería ver de cerca la suave brisa que se enredaba en sus cabellos,
y la sombra fresca de palmeras que esperaban relajadas en la orilla…
al vaivén agradable del escarceo tibio de la costa.
Me vine aquí con mi maleta llena de espejismos,
queriendo despertar de aquella pesadilla de hace 40 años.
Estaba seguro que el día había llegado,
que veríamos juntos el atardecer …
sentados en la arena,
que jugaríamos a contar pelicanos en el aire…
y en el agua clavándose con sus enormes picos.
Veríamos al sol esconderse detrás del mar
con su atuendo radiante de rubio escarlata.
Me imagine tantas veces que así sería…
una extensa ribera para los dos…
para quedarnos en silencio…
Durante horas…
días, semanas, meses…
años,
sin mediar ni una sola palabra,
solo contemplar la magia de lo existente…
el deleite insondable de lo creado frente a nuestros ojos…
solo disfrutar de la vista de aquel espectáculo indefinible.
Fue mi sueño de niño que usted y yo viviéramos aquí por siempre…
escapándonos de la vida,
alejados del dolor y de las penas cotidianas,
alejados de la angustia de no saber qué pasará mañana.
Yo solo quería venir aquí con usted y no regresar más nunca.
Quería ser feliz mirando el mar en paz y viendo volar gaviotas alocadas.
Contemplar a los pescadores en sus barcas llegando con su faena multicolor.
Yo solo quería una cabaña y una hamaca para ser feliz con usted…
pero con usted…para poderle sonreírle cada amanecer y cada ocaso.
Y no pudo ser…
la tragedia se interpuso súbitamente,
nos jugó una mala pasada.
Celosa y malvada se atravesó en nuestro camino.
Se enamoró de usted y me la arrancó de mi destino.
Y lloré…
Lloré océanos…amargos y salados,
como los de mis fantasías.
Lloré largamente…toda una vida.
Jamás volví al mar desde entonces,
pues nada iba a ser igual sin usted.
Desde aquella vez solo soñaba con despertar de esta pesadilla.
Despertar con usted en esa playa…
silencioso escenario de nuestro amor…eterno.
Y después de 40 veranos sigo alucinado,
delirando que usted volverá…
un día de estos…sobre una ola,
a lo mejor al anochecer…antes de la lluvia de estrellas,
o muy de mañana…temprano amaneciendo,
o al medio día con el sol echando fuego.
Sigo esperando…
soñando que nuestra playa existe…
en algún remoto lugar del firmamento.