Qué respuesta tras cuerdas de mal tocar.
Qué lirios, qué amapolas recorriendo ya los cuentos, la primavera.
Qué atardecer es refugio alzado sobre la tierra.
Qué vuelve y qué no, qué horizonte persigue nuestro deambular; ¿perseguimos?.
Qué trazo mal pintado hemos dejado, qué pasado lastra huellas y encrucijadas.
Qué y quién miente en esta apagada hoguera de fuego quebrado.
Inmensos delirios y flaquezas secuestran el entierro del malestar;
se nos cose al tronco, se adhiere a las pieles.
Batallas e historias miles que los ojos ven rezagadas, allá en la nuca.
¿De qué somos espectadores?. ¡Eh!, ¿a dónde vas?.
Estas manos no son divinas, ni mártires o santos,
ni representantes de ideales desfigurados y sangrientos.
Quédate, aquí abajo.
Junto a manos y figuras del cuerpo frágil.
Junto a la voz rota y susurrante.
Junto a la ponzoña que amarga.
Junto al sexo triste.
Junto al labio arrastrado y solo, solo como un astro oculto.
Junto a la tierra que brota de mis entrañas;
que grita contra sangre y espadas.