En un soplo insignificante
la belleza se esfuma, de una flor singular,
‘diente de león’ que los niños prefieren,
y alimentan volátiles sueños en la mente,
quimeras que mueren conforme más vivimos,
esa pueril ilusión de alimentar seres vivientes
por doquier y a cada paso,
fundiendo las manos fraternales
sin temor de los entes extraños.
Hoy que las estrellas platican menos
con tus ojos distraídos en un sol
inconsistente que te deslumbró,
los pastelitos arriban más esporádicos
a tu paladar pues este mantiene el sabor
de un beso ajeno y arcano,
aún vuelan las esperanzas de la flor
desprendidas hacia un cielo mejor,
y luego sus simientes asperjadas en tu entresijo
fecundarán sueños concretos
de certeza vislumbrando al hacedor de las cosas.